sábado, 28 de abril de 2012


EL PAÍS-PRISIÓN

Hace varios días Corea del Norte, una de las últimas naciones en el mundo en la cual aun rige aquel comunismo de línea dura, de mano de hierro, tan característico de la Guerra Fría en el ya pasado siglo XX, lanzó el último de sus cohetes en el marco de su programa espacial, con miras a colocar en órbita un satélite de comunicaciones. El lanzamiento fracasó, el cohete se desintegró antes de poder alcanzar la órbita estable y los pedazos del malogrado cohete cayeron al mar; estas informaciones, recordemos fueron difundidas por agencias noticiosas occidentales, principalmente surcoreanas y japonesas.
El objetivo ideológico y propagandístico era conmemorar el 100 cumpleaños del fundador de la República Popular, Kim Il-Sung.
Desde luego, Corea del Norte no difundió n i se hizo eco de su lanzamiento fracasado ni le dio la menor importancia mediática. Un ejemplo claro y recordatorio del modelo propagandístico soviético. De hecho, Corea del Norte es un lugar misterioso para el resto del mundo, muy pocas personas entran o salen del país y casi no se sabe nada sobre que realmente ocurre dentro.
Algo sí parece cierto, Corea del Norte, más que un país, parece una cárcel o prisión del tamaño de un país entero, fronteras atrincheradas, fortificadas, amuralladas, alambradas y armadas hasta los dientes; lo paradójico de esto es que las armas y otros ingenios para persuadir a cruzar la frontera apuntan más hacia dentro de Norcorea que fuera, lo que hace suponer que sus líderes tienen más miedo de que la población huya del país que de la invasión de un enemigo extranjero.
Con la desintegración de su mayor aliado, la Unión Soviética, Corea del Norte ha quedado aislada internacionalmente, y en aras de mantener sus privilegios en el poder, los líderes de Corea del Norte, mas que una nación de proletarios, obreros y campesinos, parece una dinastía moderna, ya que hasta ahora, todos sus líderes han sido de la misma familia; han gastado casi todos los ya escasos recursos del país coreano para armarlo de manera excesiva y enfermiza. Todo esto con la finalidad de REPRIMIR Y CASTIGAR.
Recordemos que en Corea del Norte prácticamente no rige ningún tipo de libertades, ni las más básicas e inherentes al hombre, no hay libertad para trasladarse de un sitio a otro, para mudarse de casa, viajar, tener la cantidad de hijos que uno desea, ni hablar del voto, la libertad de pensamiento, expresión u opción sexual.
Norcorea, vista de noche desde el espacio exterior, aparece tan oscura como cualquier región despoblada del océano o de algún desierto, en contraste con la Corea del Sur, plagada de una constelación de las luces de las ciudades.
Los cortes de energía son comunes y la malnutrición afecta a personas de todas las edades. No es casualidad que Norcorea acepte la ayuda alimentaria y económica proveída desde Surcorea y las NN.UU.; si no la necesitaran, no la aceptarían.
Pero, ¿Cómo puede permitirse que semejante régimen tan poco humanitario siga existiendo en plena era globalizada? Sencillo, lo resumimos en una palabra: disuasión.
Norcorea posee armas nucleares, o al menos hay sospechas muy serias y bien fundamentadas que apoyan esta hipótesis. El hecho de que Corea del Norte posea armamento nuclear, un arma capaz de aniquilar la población de una ciudad en fracciones de segundos, sumado al hecho de que técnicamente –o están muy cerca o consiguieron utilizar misiles balísticos de largo alcance- lo que pone en riesgo tremendo a sus adversarios: Corea del Sur, Japón y los EE.UU.
Sabemos sin embargo, que Corea del Norte es un país muy pobre, apenas posee recursos naturales para poder consumir y exportar, ya sea en forma de materia prima o productos manufacturados. Además el bloqueo comercial hacia Norcorea patrocinado por los EE.UU. y sus aliados; por lo tanto las armas nucleares que en teoría posee y sus consabidos misiles balísticos de medio y largo alcance serían de una tecnología muy precaria, ya atrasada e incapaz de competir con los países de occidente. Ni hablemos de la fiabilidad de estas armas, como están construidas –se sospecha- con tecnologías soviéticas ya obsoletas, al lanzarse una de estas, lo más probable es que falle y no cumpla con su objetivo. Además Norcorea no puede darse el lujo de tener varios centenares de cabezas nucleares o cosa parecida, es probable que ni siquiera pueda tener una docena.
Aun así, los países como los EE.UU., Corea del Sur, Japón, Reino Unido y otros se lo toman muy en serio. El solo hecho de que Norcorea decida pasar a la acción bélica ya sea lanzando una bomba atómica sobre Seúl, Tokio o Los Ángeles, sería de por sí ya una catástrofe con enormes pérdidas de vida.
Pero sería también una catástrofe medíatica de inimaginables proporciones, con los telediarios, programas de radio, periódicos y las noticias a través de internet conmocionando al mundo, sería una suerte de “11 de septiembre con esteroides”, a lo cual los países entrarían en pánico y las represalias no se harían esperar.
La dinastía norcoreana debe ser depuesta, ya que convirtió en fanáticos sin ninguna conciencia, en simples marionetas, en figurillas y mamarrachos a los coreanos que viven dentro de esa prisión descomunalmente grande llamada República Popular de Corea del Norte, castigó a sus conciudadanos con el hambre, el exilio, la prisión, la tortura y todas las formas que pueden haber para amedrentar y oprimir la libertad y felicidad del hombre.
Es un régimen tiránico y despótico que no tiene de comunista y de marxista mas que el nombre. No puede autoproclamarse “socialismo”una forma de gobierno que se comporta del mismo modo que las dictaduras latinoamericanas en décadas anteriores; o debo rectificarme en esto último, las dictaduras latinoamericanas parecen juego de niños ante el oscuro y macabro sistema norcoreano.
Solo nos queda hacer la presión suficiente y esperar a que el último bastión de una vulgar perversión de las ideas del gran pensador Carlos Marx caiga de una vez por todas y no se vuelva a repetir algo semejante en ningún lugar del globo.

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