jueves, 26 de abril de 2012


Paraguay y Bolivia: el puente entre dos océanos.

Las dos naciones americanas siempre han sufrido y han sido castigadas por los estragos de no poseer una salida directa al mar, o mejor dicho, un litoral marítimo.
En el caso boliviano, recordemos que en el siglo XIX, en 1879 estalla la Guerra del Pacífico contra Chile, luego de cuatro años de guerra fratricida entre naciones andinas –ya que también estuvo involucrado Perú- termina en 1883 con la pérdida –hasta nuestros días- del litoral marítimo boliviano.
Del lado del Paraguay, nunca tuvimos litoral marítimo en ningún océano en nuestros 200 años de vida como nación independiente, mas siempre el Paraguay dependió de la navegación de los ríos Paraná y Paraguay, sus vías de acceso al mundo y al comercio exterior.
Estos esquemas territoriales y fluviales, seamos francos; ya no tienen ningún sentido en plena era de la información en el siglo XXI. Y ni hablar de ir a una guerra por el acceso al mar, ocupación de un litoral o mantener soberanía exclusiva sobre un río. Las relaciones internacionales hoy en día son tan globales, instantáneas, estrechas e interdependientes que un movimiento o acción bélica aquí o en cualquier rincón del globo puede desatar serias e insospechadas repercusiones que ni los más adelantados politólogos pueden estimar.
Nuestras mediterráneas naciones, deben estrechar lazos de integración económica, y de infraestructura, debemos ser el puente que una los dos océanos: el Atlántico y el Pacífico.
Nuestra posición estratégica como países del corazón mismo de Sudamérica nos da la ventaja de poder actuar como nexo entre el comercio del Pacífico –con sus exponentes en Chile y Perú- y las grandes economías atlánticas del Mercosur: Brasil y Argentina.
Como paraguayos nuestra integración regional no debe estar supeditada solo a Argentina y Brasil; sino también deberíamos estrechar lazos con Bolivia, el cual puede ser un gran proveedor –de hecho ya lo es, pero de modo indirecto a través de Argentina- a nuestro país, así como un prometedor mercado a nuestra industria alimenticia; principalmente la industria láctea, la cual está relativamente cerca del país andino.
Estas serían solo dos de las posibilidades a futuro de activar nuestro potencial como nexo oeste-este, o si quieren llamarlo Pacífico-Atlántico. Además el fortalecimiento de la infraestructura, para unir nuestra frontera occidental a la oriental, ya sea a través de caminos pavimentados de todo tiempo, ferrocarriles y líneas de teléfonos, electrificación y fibra óptica o datos, esto acarreará el flujo de gente y mercancías que activarán el progreso económico y demográfico del pueblo, incluyendo todas las clases o estratos sociales. Algo muy importante es que aliviará la presión sobre la tierra y la situación de precariedad de vida de los campesinos.
Idéntico resultado tendrá en Bolivia. Las clases más desfavorecidas mejorarán sus condiciones de vida. Las diferencias sociales y económicas se irán haciendo cada vez más pequeñas sin necesidad de recurrir a revoluciones ni movimientos armados, que no hacen mas que empobrecer a una nación.
Con esto, señores y señoras, gobernantes y ciudadanos, deberíamos replantearnos la idea de integración regional tal y como la concebimos y explorar otras posibilidades que nos beneficien más a las naciones pequeñas y reduzcan las asimetrías del actual MerCoSur.
Gasam Toutounchi Ruiz

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